martes, 12 de junio de 2018

Hércules y sus cuatro primeros trabajos para Euristeo

Como Hércules tuvo que realizar para Euristeo doce trabajos, los hemos dividido de tal modo que este curso se han visto los cuatro primeros con los alumnos de 1º ESO y así sucesivamente se irán trabajando de cuatro en cuatro hasta concluir 3º ESO, es decir, otros cuatro en 2º y los cuatro últimos en 3º.
Pero empezaremos con la historia de nuestro Heracles-Hércules contada por Robert Graves:
[...]
Heracles, a quien los romanos llamarían Hércules, era hijo de Zeus y de Alcmena, una princesa de Tebas. Hera, enojada porque Zeus había llevado a cabo otro de sus casamientos con mujeres mortales, envió dos horrorosas serpientes para que mataran a Heracles cuando aún era un bebé. [...]


                                                                                              Heracles y las serpientes. Museos Vaticanos

Pero Heracles, un niño inmensamente fuerte, cogió las serpientes por el cuello, una en cada mano, y las estranguló. [...]
Euristeo, el gran rey de Grecia, quería desterrar a Anfitrión, rey de Tebas y, ahora, padrastro de Heracles. Pero éste, noblemente, se ofreció a Euristeo para ser su esclavo durante noventa y nueve meses, si permitía que Anfitrión se quedase y conservara el trono. Hera advirtió a Euristeo: —"Acepta, pero encarga a Heracles los diez trabajos más peligrosos que puedas elegir, y que los cumpla todos dentro de los noventa y nueve meses. Lo quiero muerto". 



                                                                Mosaico de Liria. Museo Arqueológico Nacional 

El primer trabajo que Euristeo ordenó a Heracles fue matar al león de Nemea, una enorme bestia, cuya piel era resistente a la piedra, al cobre y al hierro. Aquel monstruo vivía en una cueva en las montañas. […] Aunque el animal le arrancó el dedo corazón de la mano izquierda de un mordisco, Heracles consiguió meter la cabeza del león bajo el brazo derecho y aplastarla hasta que la bestia murió. Heracles despellejó al león usando una de las garras del mismo animal como cuchillo y luego se cubrió con la piel. Después, se fabricó una nueva maza de madera de olivo y se presentó ante Euristeo. 


El segundo trabajo era mucho más peligroso: matar a la monstruosa hidra de los pantanos de Lerna. Esta bestia tenía el cuerpo grande, como el de un perro, y ocho cabezas de serpiente con largos cuellos. Heracles le disparó flechas ardiendo cuando salía de su agujero bajo las arenas de un pantano. Luego, corrió hacia ella y le golpeó las ocho cabezas. Pero conforme las aplastaba, iban apareciendo otras en su lugar. Un escorpión, enviado por Hera, se le acercó rápidamente y le mordió el pie: Heracles lo aplastó de un pisotón. Al mismo tiempo, desenvainó su afilada espada de empuñadura de oro y llamó a Yolao, el conductor de su carro. Yolao trajo inmediatamente una antorcha y, cuando Heracles cortaba una cabeza, sellaba el cuello con fuego para evitar que surgiera una nueva. Fue el final de la hidra. Heracles mojó sus flechas en su sangre venenosa. Quien fuera herido con ellas moriría dolorosamente. 


El tercer trabajo fue capturar la cierva de Cerinia, una cierva blanca con pezuñas de bronce y cuernos de oro, que pertenecía a la princesa Artemisa. Heracles tardó un año entero en encontrarla. La persiguió por montañas y valles de toda Grecia, hasta que al final le disparó una flecha sin veneno, cuando pasó corriendo cerca de él. La flecha se clavó entre el tendón y el hueso de sus patas delanteras, que quedaron ensartadas, sin derramar una sola gota de sangre. Cuando tropezó y cayó, Heracles la apresó, le extrajo la flecha y se la llevó a Euristeo sobre los hombros. Artemisa se habría enfurecido si Heracles hubiera dañado a su cierva y, además, lo perdonó por su certero flechazo. Después, Euristeo liberó a la cierva.


El cuarto trabajo fue apresar al jabalí de Erimanto, una enorme criatura con unos colmillos como los de un elefante y una piel resistente a las flechas. Heracles lo persiguió por las montañas de aquí para allá, en invierno, hasta que quedó atrapado en un gran montículo de nieve. Allí, saltó sobre él y le ató las patas delanteras a las traseras. Cuando Euristeo vio a Heracles cargando el jabalí a su espalda por la avenida de palacio, huyó y se escondió en una gran vasija de bronce. [...]


Graves, Robert. “Los trabajos de Heracles”, Dioses y héroes de la Antigua Grecia. Madrid, 1999

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